julio 28, 2008

La reina del hielo


Se llamaba Miriam y sus tetas eran el regalo de dios a este mundo. Se reía poco, pero cuando lo hacia, gozaba tanto que su cuerpo tenía pequeños espasmos.

Tocaba el piano, en su piano por primera vez nos besamos, no pude evitarlo, sentada ella allí, cada vez que pulsaba una tecla desprendía erotismo.

Su pelo era castaño y caía en rizos, su cuerpo era frío y guardaba las distancias. Le tocaba la rodilla por debajo de la mesa y ella la movía. Cada vez que nos besábamos ella sonreía con nuestro labios aún juntos, justo antes de separarlos, produciendo una mueca en mi propia boca, quizás no una sonrisa, pero era lo mejor que yo podía darle. A veces fumábamos a medias, ella pedía café con leche, yo un carajillo. Ella me llevaba a escuchar el Réquiem de Mozart, yo a beber a mi bar de confianza. Compartimos muchas veces el mismo tren, la misma motocicleta. Cuando bebía conmigo nunca se quedó atras.

Ella me dijo “No más”, yo le dije “OK”.

Nunca más nos volvimos a hablar. El tren descarriló, la motocicleta se estrelló, Mozart murió, el bar aguantó estoico. Yo me quedé igual.

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Daniel Tobón. Bebedor, fumador compulsivo, mujeriego, mentiroso, melómano, callejero, insomne y terriblemente desmemoriado. Actualmente vive en España.

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