octubre 24, 2009

No sé

Rafael Pedroza
(Narrativa)

Me era difícil pensar qué hace un cerdo en una clase de Karate, pero ella, Azucena, la hija de la mujer que trabajaba en esa casa, sádicamente gozaba con dejarme esas incertidumbres, de las cuales, para seguirle el juego del masoquista, me disponía a pensarlas por horas a ver si llegaba a la respuesta, a la que nunca llegaba, y se lo decía, y se reía, le agradaba saber eso. Esas situaciones altamente incómodas me ponían a pensar por qué siempre era yo al que dirigía las preguntas y era simple, eso sí era simple, no el destino de las pulgas al morirse según la lógica infantil, es porque a ella siempre la ignoraban y yo, la escuchaba. Como si no fuesen suficientes todas las piorreas que pensaba ella me daba otras cosas que pensar, pero me era inevitable tratar de resolver sus acertijos si para ella eso representaba algo.


Siempre he sido un diabólicomente siniestro y siempre me decían que tuviese consciencia, la cosa es que me agrada la ciencia, aunque me des asombre, nunca he sido un sin ciencia, y no ando creyendo en maricadas que supuestamente me arreglan la vida, porque siempre me he encargado de los fenómenos para normales, como la angustia, el switch de la luz del baño cuando se daña, que no tengo idea cómo pero siempre quiero arreglar, esas cosas que le pasa a personas normales, no las posesiones demoníacas o santas ni apariciones de cualquier tipo que solamente tienen personas altamente afortunadas.

A mí me gusta la música, la empanada, la ensalada, la panela, y el agua de canela que me hacía mi abuela para subirme la presión cuando estaba a punto de cagarme encima porque una fulana desconocida por orden médica tenía que sacarme la sangre y la presión se iba para el octavo círculo infernal por el temor tan hijueputa que le tengo a las personas, ahora imaginar a una desconocida con una aguja, que con la mínima porción de aire me mataba. Entonces no tengo por qué andar pensando en resolver los problemas de la existencia, cosa que siempre les critiqué a los ídolos nominados “grandes pensadores” que si querían que alguien pensara en torno a algo, expusieran sus cosas con plastilina o en una versión no aversiva para dumis, porque no todos se toman el trabajo de leer a los naturalistas, ni a los pederastas, ni a los históricamente reconocidos como habladores de purulencias, hasta lo que se ha escrito hasta nuestros días.

No me gustan lo y los doctrinarios, las religiones ni las matemáticas, y mucho menos que me digan cómo vestirme, porque eso no representa algo, es esa nada más allá de las buenas costumbres, que son anestesia como dice Proust del borracho sobrio. Y menos me gusta saber que todo eso está representado como el representante del buen camino del éxito, y sé que por eso me van a matar… Esa ortodoxia nunca me ha llevado a algún lado, pero precisamente me gusta estar en ninguna parte, para saber que tengo todas las posibilidades de tomar para donde quiera, aunque ese donde quiera también sea sesgado, y sé que esa ortodoxia me va a matar, y ojalá sea que me caiga un cerdo karateca en la cabeza, un cerdo de dimensiones magnánimas como las deseadas construcciones nazis, y de un chuletazo me parta el cuello, y rompa el tallo cerebral. Y ojalá cuando llegue al purgatorio, pase antes por un pulgatorio a ver si allí van las pulgas cuando se mueren antes de entrar al cielo de las pulgas donde haya perros que no se rasquen y las expropien de sus tierras como cualquier acto violento de nuestros tiempos…

2 opiniones:

Karlo 6 de noviembre de 2009, 11:56  

Yo tengo un gato ceramista :)

saludos cordiales
Karlo

Paola Arciniegas 18 de enero de 2010, 22:02  

Pues me gustó lo de la consciencia y lo de la ciencia, y otras cosas más. Y aúnque no me gusta la panela ni el agua de canela me encantó éste post: libre, fluido, auténtico.

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